Esta es el primer post de mi blog, en un día
triste para los chilenos. Aunque deberíamos estar acostumbrados, la verdad es que es muy
difícil acostumbrarse a cosas duras, mucho más si estas provienen de la madre naturaleza. El sábado recién pasado sufrimos un embate de la madre, nos sorprendió con un terremoto de un grado muy alto, en las escalas que los seres humanos
humilde mente podemos medir, en relación a
parámetros establecidos en tristes eventos acontecidos en la historia de la humanidad, que han conformado un
desbastador registro de
estadística.
Siendo este el segundo terremoto al que aleatoriamente mi ser ha sido expuesto, no puedo dejar de escribir mis impresiones al respecto;
Sentí, como si todos y cada uno de nosotros
hubiéremos sido montados en un carro infernal, el cual se dejo caer en una terrible
caída libre, desde alturas
empezadas. El carro no se detenía y caía y caía,
absorviendo las imperfecciones del terreno sobre el cual se deslizaba. La velocidad adquirida en esta caída fue descomunal, lo que nos hacía sacudirnos hasta soltar los mas intimos sentimientos, aflorando el miedo, el miedo a perder la existencia propia y/o la existencia de nuestros seres mas queridos, mas amados, el miedo a la muerte.
Finalmente el carro infernal se detuvo, dejando a su paso un desolador desastre en las vidas de todos mis compatriotas, especialmente en las zonas mas aledañas al epicentro del terremoto.
Hasta el viernes, teníamos una vida normal, en la cual
disfrutabamos cada uno, en la medida que le correspondía, las bondades de un
pais superado enormemente en lo económico. El orgullo que sentíamos al oprimir un botón y tener el gusto de disfrutar de los más variados placeres que el modernismo nos ofrecía, nos hacía sentir grandes, cual mas, cual menos.
Hoy,
despues de la terrible bofetada de la madre, descubrimos cuan insignificantes somos, hasta que grado es nuestra debilidad ante la
supremacia de las fuerzas de la creación. Una vez más debemos levantarnos, los que tenemos la suerte de hacerlo, ya que hay muchos que ya no
podran hacerlo nunca más, pero esta vez, tenemos que hacerlo con una mirada mas humilde.